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El valor de los enfermos

Enfermos
Fotografía
Freepick.es

Tarde o temprano nos llega la noticia de que alguien conocido y querido está enfermo. 

Puede estar en su casa o en un hospital. El estar enterados de esta nueva situación tendría que movernos en todo sentido para estar cerca del que sufre. Cuando a alguien cercano la salud lo abandona, conviene hacerle sentir que las fuerzas que le faltan se las pueden suplir de alguna manera sus familiares y amigos, mientras los médicos hacen su noble tarea. Un enfermo comienza a hacer una nueva forma de presencia entre los suyos y también para sí mismo y tanto a él como a sus familiares y amigos les surge la tarea de asumir constructivamente la novedad que todo lo condiciona y transforma.

Quizás el primer movimiento hacia la persona que cae enferma consista en rodearla en todo sentido para que experimente que no está sola en ese momento. Un gran dolor, un malestar inexplicable, un diagnóstico complejo, todo esto debe ser doblemente difícil si la persona está sola y no tiene cerca una mano para apretar y saberse apoyada. El segundo movimiento ha de ser la disponibilidad para cuidarlo. Muchas veces es muy difícil hacerlo por la naturaleza de la enfermedad, por el humor de la persona, por los olores, por la terquedad del paciente, por su tristeza invencible, etc. Todo lo cual indica que la cercanía al enfermo exige una disponibilidad llena de amor, paciencia y comprensión.

¡Y cómo resulta de importante la familia cuando alguien está enfermo! Por alguna razón tantos enfermos sueñan con volver pronto a su casa, incluso a morir allí, entre los suyos y no en otra parte. Las personas, el ambiente, la comida, los lugares, el lenguaje, le dan a quien está sufriendo un ambiente seguro para dar la lucha que la vida le propone como prueba en ese preciso momento. De ahí, también, que, hospitales y clínicas deban ser muy claros al facilitar que sus pacientes puedan contar continuamente con la cercanía de sus familiares y amigos, en la medida de las posibilidades. Cualquier cosa para un enfermo, menos el abandono.

Y el auxilio espiritual. Comprobado está de muchas maneras que la dimensión espiritual es un soporte único e irremplazable para quien está sufriendo.

La fe se demuestra especialmente luminosa y poderosa en esta circunstancia.

Orar con y por el enfermo, asistirlo con el ministro de su religión, ofrecerle textos sagrados para su lectura o escucha, llevarle los sacramentos, son herramientas muy importantes para quien se siente especialmente débil.

Finalmente, hay que tener mucho cuidado con que el exceso de bienestar y confort en que se vive en algunos medios, no termine por hacer ver al enfermo como alguien que daña el bello paisaje de esa vida y se le margine, incluso elegantemente. El hecho de que Jesús haya dedicado tanto tiempo y tantas acciones a los enfermos ya nos indica que su valor es único a los ojos de Dios y debería serlo para todas las personas sanas también. Quizás convenga tener siempre un enfermo cercano para que no perdamos nuestra verdadera sensibilidad humana y espiritual.

Autor:
Padre Rafael De Brigard. Párroco de la Parroquia Cristo Rey