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Dios desea salvar al mundo

Renacer parroquia cristo rey
Fotografía
Pixabay.com

Reflexión dominical - Domingo 14 de marzo de 2021  

Atravesamos el meridiano de la Cuaresma, la oración colecta de la misa vislumbra la cercanía de la fiesta de Pascua: «que el pueblo cristiano se disponga con prontitud, con entrega generosa y con alegre fe para las próximas solemnidades»

La Cuaresma cambia de colorido, en el horizonte se comienza a delinear el drama de la cruz. En el evangelio de la misa de este domingo Jesús anuncia su ‘elevación’ –exaltación– por la cruz.

Este horizonte de la cruz de Cristo comienza a delinearse también por la lectura del evangelio de la misa los días de entre semana. Mañana lunes iniciamos la lectura del evangelio según san Juan; durante los días que nos separan del Domingo de Ramos la lectura continua del cuarto evangelio nos presenta el desarrollo del conflicto entre Jesús y los dirigentes del pueblo judío de su tiempo, enfrentamiento que se resuelve en el relato de la pasión que leeremos el Viernes Santo.

Tres partes reconocemos en el texto del evangelio de la misa de hoy (Juan 3, 14-21). En la primera parte Jesús anuncia el valor salvífico de su crucifixión: «para que el mundo tenga vida eterna». En este anuncio –y en todo el evangelio según san Juan– la crucifixión de Jesús no es su derrota, al contrario, es su exaltación, su glorificación; fijémonos que Jesús habla de ser ‘elevado’.

En la segunda parte del evangelio de hoy retomamos el tema de la iniciativa gratuita de Dios: Dios desea la salvación del mundo. La salvación del mundo tiene su único origen en el amor de Dios y la manera como Dios realiza el proyecto de la redención del mundo es entregando a su Hijo para que todo el que reciba este don del Padre en su Hijo tenga vida eterna.

Sorprende en esta segunda parte la afirmación de Jesús «Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito», cuando en el contexto amplio del evangelio según san Juan el término ‘mundo’ suele significar la realidad que se opone al proyecto de Dios, esta afirmación sorprendente reafirma lo expresado antes: Dios desea la salvación del mundo.

En la tercera parte se expone la responsabilidad del ser humano frente al amor gratuito de Dios, esta responsabilidad se presenta en términos de ‘creer’ y de ‘no creer’. El don de vida eterna que Dios ofrece a todo el mundo implica la libertad del ser humano para creer en el amor revelado en Jesucristo. Delante de la libertad humana el amor de Dios se convierte en juicio, ‘crisis’ es el término griego. Las frases de Jesús en esta tercera parte nos recuerdan el poema del prólogo del evangelio según san Juan que leímos el día de Navidad, este texto hablaba de la luz que brilla en las tinieblas y de algunos que no recibieron esta luz.

La iniciativa gratuita de Dios lleva al hombre a tener que decidirse por la vida o por la condenación, esto es, caminar hacia la luz o cerrarse a la luz.

Tres partes reconocemos en el texto del evangelio de la misa de hoy (Juan 3, 14-21).

El texto expresa la opción por la vida en términos de ‘obrar la verdad’. Y ¿qué quiere decir ‘obrar la verdad’? Obrar la verdad es poner en práctica la revelación del amor de Dios en Jesucristo, es asumir el camino del Evangelio que nos acerca a la luz. Esta propuesta de Jesús nos evoca el diálogo que introduce el discurso sobre el pan de vida (Juan 6, 28-29) donde Jesús invita a los judíos a trabajar en las obras de Dios: «el trabajo que Dios quiere es que crean en su Enviado».

Autor:
Padre Tadeo Albarracín - Vicario Parroquial